domingo, 6 de abril de 2008

Blues con estilo propio




Taj Mahal - Taj Mahal (1967)


Taj Mahal (Henry St. Clair Fredericks, 17 de mayo de 1942), ha sido y será una 'rara avis' en el mundo musical. Si hay algunas pautas comunes en los grandes bluesmen de los 60: llevar bastante tiempo dedicados a la música, pasados tristes y llenos de sufrimiento, haber electrificado los blues rurales o ser los ídolos de los grupos de la 'invasión inglesa', Taj era poco o nada fiel a estas características. Representa el triunfo de la heterodoxia: vivió una infancia más o menos feliz -hijo de un pianista de jazz y una maestra con gusto por el gospel- se trasladó a Springfield (Masachussets, Nota, juro que no es una mención a los Simpson) donde se concentraba en trapichear con los cromos de pokemon, aunque este dato no está muy contrastado. Como el niño mostraba actitudes, papá Mahal comenzó a enseñarle a tocar el piano, parece ser que cogió carrerilla, porque después del piano vino la armónica, el trombón, el clarinete, la guitarra... así hasta 20 instrumentos (en los que claramente se incluirían la zanfoina y la botalla de anís del mono, porque tantos instrumentos no puede haber). Las enseñanzas musicales de Taj, junto con la cantidad de música que llegaba a su casa (Springfield recibía inmigrantes de todos los lugares: Caribe, Europa, África) conformaron la visión musical de nuestro protagonista. Ese conglomerado de influciencias terminaron de salir a la luz en la Universidad de Massachusetts, donde Taj Mahal se ganó su mote gracias a su 1.95 de estatura y una reputación de inquieto: entre 1960 y 1964 llegó a tocar o compartir escenario con Howlin' Wolf, Muddy Waters, Junior Wells, Buddy Guy, Otis Redding o The Temptations. Todos de segunda, vamos. Tras eso, a los 26 años se dijo a sí mismo: "vamos a grabar unas coplas para tener algo que contar a los nietos" y de ahí llegamos a este disco:



Este es el resultado que te da Google cuando pones "bluesman negro que sacó un disco en 1967 y llevaba sombrero"... malditos buscadores

8 canciones, menos de 34 minutos y todo una lección acelerada de blues. 'Leaving truck' es la primera canción, y ya de por sí, una seña de identidad. Está por descubrir una canción de blues que te haga sentir mejor en mal día: te da fuerzas para enfrentarte incluso a un trámite burocrático en cualquier oficina de la Seguridad Social: "Tiene usted el formulario tal y cual". Por supuesto, no lo tienes, tendrás que volver otro día, pero lo harás como un señor porque te has levantado escuchando esta canción. Para crear un sonido tan compacto, Taj contaba con un grupo extraordinario, entre ellos Jesse Ed Davis - cuya guitarra se puede oír en discos de John Lennon o John Lee Hooker, versatil que es este señor- o Ry Cooder, excelso guitarrista, uno de los mejores 'slides' al oeste del pecos y que ahora es más conocido por su labor en el Buenavista Social Club (aunque, excepto con el Consorcio, ha participado en las más variopinta colección de discos, por ejemplo en el Let it Bleed de los Stones). Ellos y la voz de Taj como base rítmica adicional (en el disco, el ritmo lo marca Taj, que para eso aparece su nombre en la portada) configuran la tónica de todas las canciones: son viejos blues, pero suenan a nuevos; así 'Staesboro Blues' es desgarrada y precisa, con una puñalada al corazón, mientras que 'Checkin' up on my baby' (un viejo blues de Robert Johnson) mezcla pianos de boogie-boogie sobre una base de guitarra lo que hace revivir una canción compuesta en 1926. En 'Everybody's Got to Change Sometime', la voz de Taj cambia, mostrando otra textura, más cálida y lánguida que contrasta con el incendio que provocan los solos de armónica. 'Ez Rider' se acerca al pop y al soul con un riff de guitarra que anticipa el 'Get Back' de Los Beatles, 'Diving Duck Blues' se nutre otra vez del viejo blues añadiendo un pulso rockero; en cierta medida Taj marcó el camino para Cream, con la diferencia de que él utilizaba sombrero vaquero y llevaba un peinado de alguien en el que puedes confiar y a Clapton (por aquel entonces) le iba más la psicodelia y calzaba un pelazo afro que ni Rob Tyner, cantante de MC5. El disco termina con una maravilla de más de 8 minutos, 'The Celebrated Walkin' Blues', donde el peso de la canción recae en la voz de Taj, que canta y aporta color con su armónica sobre una etérea mandolina de Ry Cooder.



Esto es otra cosa...


El debut de Taj Mahal tiene la extraña virtud de ser iconoclasta, rompedor y revolucionario, pero al mismo tiempo (en una paradoja más extraña que el acento de Eduard Punset), es tradicionalista, respetuoso y doblemente revolucionario. Taj Consiguió lo que todos los grupos sueñan en su primer disco: tomar todas sus influencias, hacerlas suyas y crear nuevas versiones dejando su impronta; dejó de ser un seguidor de la vieja escuela, para construir la suya propia. En 1967, las críticas sobre la 'fusión que asomaba en sus disco fueron duras, a Taj no le importó porque se convirtió en la referencia, el espejo en quien mirarse si a uno le daba por armarse con la guitarra, una armónica y mucha actitud y cantarse un I can't be satisfied en pleno metro ante la atenta mirada de dos señores (uno bajito), un guiri que busca la estación de la "sibeles" y el guardia de seguridad, que te sacará de allí en cuanto termines. Eso nunca le paso a Taj Mahal, pero él es grande. Enorme.

Vuestro amigo en el tiempo, Tomás Verleín

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