viernes, 2 de mayo de 2008

El verdadero axioma del Pop


Teenage Fanclub - Songs from the Northern Britain (1997)


Hay que reconocerle a Alan McGee que, pese a tener menos glamour que Tony Wilson -el otro gran gurú de la música inglesa de los 80 y los 90-, su aportación al mundo musical ha sido tan importante o más que la del no-protagonista de "24 hours party people". McGee, con su sello Creation, ha conseguido de todo: descubrir grupos de culto (como The Jesus and Mary Chain), ganar mucho dinero (con Oasis), perder mucho dinero (gracias a Kevin Shields y sus My Bloody Valantine, con quienes los contables de la discográfica debían tener pesadillas) o poner en circulación a bandas tan camaleónicas como Primal Scream. Como curriculum no está mal, aunque el departamento de investigación de Garajeland, armados con una guía de ciudades con encanto sin encuadernar y teléfono de góndola, ha conseguido averiguar que Alan McGee siempre tuvo una espinita: que Teenage Fanclub, su grupo favorito; en los que él creía tan ciegamente como sólo puede hacerlo una madre con sus hijos, aunque estos sean los más feos (mamá, un saludo desde aquí), no triunfaran como debieran. No han triunfado, no, pero en el camino han ido dejando algunos discos soberbios.

Teenage Fanclub nació en Glasgow (Escocia), cuna de grandes músicos (algunos reconocen su pertenencia a las Highlands y otros niegan su pasado relacionado con cualquier faldita). Hacer una lista ahora de personajes relacionados con la música que hayan nacido en el país de la gaita nos llevaría bastante tiempo, lo que quita argumentos al por momentos incontestable monólogo de Renton en Trainspotting.


Teenage FanclubNorman dice: "No es por nada, pero al de las gafas y las converse trajanas le cantan los pinreles cosa fina"


El caso es que, a mediados de los 80, se conocieron Norman Blake, Raymond McGingley y Gerard Love, los tres residentes en Belshill (barrio de Glasgow), los dos primeros guitarristas y el señor Love bajista, los tres con gustos parecidos: Byrds, Beatles, Beach Boys, Big Star y, también algunos artistas que no empezaban por B, como Neil Young o, incluso Sonic Youth o Dinosaur Jr. Su primer grupo juntos se llamó "The Boy Hairdressers", que no vamos a traducir por aquello de lo bien que quedan los nombres en idiomas. El experimento no fructificó a la larga, pero sirvió para que estos buenos señores se conocieran y compartieran Fresisuis en el portal de alguna casa. Blake se unió entonces a los BMX Bandits, donde conoció a Francis Mcdonald (batería y residente en Glasgow). En 1989, los cuatro comenzaron a tocar como Teenage Fanclub, al tiempo que McGingley y Love abandonaban sus carreras y se despedían para siempre de las ventajas del carné universitario. Su primer disco salió a la venta un año después, "A Catholic Education", proponía las bases del grupo, recuperando el Power-Pop a través de sus armas habituales: melodías y guitarrazos. Después de un par de Ep's en los que se incluye alguna joya como una versión de Madonna ("Like a Virgin", ahí queda eso), vino "Bandwagonesque" (1991), que cimentó algunos de los himnos de pop que todavía hoy perduran ("The Concept", "Alcoholiday"); "Thirteen" (1993) y "Grand Prix" (1995).


Teenage FanclubEso sí que es una tarima flotante y no lo que tengo yo en mi casa

En esas llegamos a 'Songs From The Northern Britain', que para algunos representa la definitiva evolución del grupo; para otros, la meliflua conclusión de una banda que sonaba mucho más potente e interesante allá por 1991 (y con más pelo, todo sea dicho). Nosotros, desde Garajeland (y para dar razones a quien nos acusa de políticamente correctos) diremos que sí: que la lámpara nueva queda mejor encima de la mesilla. Centrándonos en el disco, El primer tema va directo al mentón: "Start Again", una melodía intachable con un fondo sonoro de sintetizador Mogg. El segundo, "Ain't That Enough" ("¿No es suficiente?") te deja directamente fuera de combate. Curiosamente, no es más que una canción sobre la felicidad, el amor y demás zarandajas, pero vaya canción: una explosión pop a la que es difícil resistirse, 3 minutos y 42 segundos de armonías de voz fulgurantes, guitarras luminosas, primaveras de Garcilaso de la Vega, una gran batería (que demuestra que el sonido de un solo plato puede ser más expresivo que cualquier complicado redoble) y un estribillo que debería ponerse en cualquier discusión de una junta de vecinos para apaciguar los ánimos. El orden alfabético de compositores (y no es coña, así son de cumplidores), nos lleva a McGingley con su "Can't Feel My Soul", una melodía construida con efectos de fuzz en las guitarras y una coda con una solista formidable. "I don't Want to Control Of You" nos enseña la cara folky de Blake para sumergirnos en otro estribillo memorable (y van...) que habla de fidelidad, amor y madurez sin que esto parezca "Sor Citroën". Más allá va "Planets" que recuerda a grabaciones de los años 60, donde se podía unir un arreglo de cuerda magnífico con un solo de Mogg sin avergonzarse. Las variadad que dan los tres compositores del grupo es uno de los puntos fuertes de Teenage Fanclub, Love suele escribir deliciosas canciones de pop como "Speed Of Light" (uuh uuh uuh, lo cantarás, ya lo creo que sí) o "Take The long Way Round". McGingley colabora con con gemas como "It's a Bad World" y sus acordes que hacen clic en tu cerebro y Blake profundiza en sus influencias hasta extraer la melodía que te hubiera gustado escribir si el talento y haber nacido en una ciudad que en la que no llueve por capricho no fueran un inconveniente. El estribillo de "Winter", por ejemplo ("There are worlds we can find, a hidden place is in our mind") debe liberar endorfinas en la mente. Y lo bueno es que, a veces, los tres se intercambian personalidades y pueden sorprender, como en la estimable "Mount Everest" de Love, con ecos al Neil Young más introspectivo o la propia cima de Raymond McGingley, la fabulosa "Your Love is The place where I came From", canción de amor que no recurre a trillado 'te quiero', sino a una melodía simplemente perfecta que dice más que cualquier palabra, acompañada de Hammond, grandes armonías de Norman Blake y un piano en el sitio adecuado. Para algunos esta canción puede ser como un capítulo de los Osos Amorosos, pero sin dibujos en la tripa, pero otros puede ser tan gratificante como cuando resuelves un jeroglífico sin mirar de refilón la solución, el autobús llega a su hora en un día de lluvia o cuando una chica no te da un número de teléfono falso en una noche loca. En realidad estoy dando rodeos para describir algo que alguien ha hecho antes (y mucho mejor que yo). Así que me adhiero humildemente a lo que opina Nick Hornby sobre este disco: "Si ya tienes "Rubber Soul", "Songs From The Northern Britain" es el mejor alimento para el alma que puedes comprar" (adaptación libre de la frase de 31 canciones). ¿No es suficiente?







Vuestro amigo en el tiempo, Tomás Verleín

2 comentarios:

Onanista Sánchez dijo...

Tomás, por qué no estoy dentro de tus favoritos???

Anónimo dijo...

Sabes que me vendo por muy poco amigo. Espero que no me lo tengas en cuenta.