John Mayall and the Bluesbreakers - Bluesbreakers with Eric Clapton (1966)
A lo largo de la historia se han creado (normalmente por casualidad) una serie de asociaciones clásicas que han calado en la cultura: el gordo y el flaco, el Dry Martini y las aceitunas, la la serie Bonanza y Chiquito de la Calzada... Si nos ceñimos a lo estrictamente musical, una de estas parejas desencadenó una revolución que dejaba en pañales la aparición de Nesquik: El uso de una Gibson Les Paul tronando a través de un amplificador Marshall. La ecuación era sencilla: un disco aprobado por una de la referencias en el blues que se de las islas (John Mayall), un inglés de los de té con pastas y talento extraordinario para la guitarra que quiere seguir fiel a la tradición del blues electrificado (Eric Clapton) y dos de los mejores instrumentos para crear música que hechos por el hombre. El resultado de todo esto es un disco incendiario, revolucionario, pero poco conocido por las nuevas generaciones, entre otras cosas porque no gozaba de una versión en CD en la que fuera digno gastarse unos aurelios. Aunque es bien sabido que, en Garajeland, apostamos por el vinilo por una simple razón: si quieres hacerte una foto imitando a Mickey Mouse, el efecto es mucho más realista con dos vinilos que con dos cedés (y con esto no quiero decir que yo lo haya hecho...). Pero volvamos a lo importante: ¿a qué sonaba esa guitarra que sostenía Clapton con 21 añitos? pues a una extraña mezcla entre técnica e intuición, que consiguió abrir las orejas de muchos ingleses al blues que había venido de América. En el disco, las manos de Clapton parecen estar domeñando a una animal furioso, consiguiendo notas que - a ratos- suenan urgentes, frenéticas y -a otros- tan lánguidas e hirientes como cuando descubres que tu cuñado se ha comido la última Copa Danone.
La historia de John Mayall y Eric Clapton comenzó poco antes de grabar el disco. El primero ya gozaba de una reputación como bluesman con argumentos suficientes para dominar el cotarro: tenía una buena voz, era un teclista más que solvente y un armonicista superdotado. Entre 1965 y 1966, vio tocar a Eric Clapton con su primer grupo: los Yardbirds, Eric no estaba contento con Keith Relf y los suyos, ya que se estaban apartando de la senda del blues para abrazar el pop. Así que, viendo al situación, John invitó a Eric a unirse a él. El grupo, además de ellos dos, lo formaban John McVie (posteriormente en las dos encarnaciones de Fleetwood Mac, la bluesera y la que vendió millones de discos en los 70) al bajo y Hughie Flint a la batería, un gran conjunto que se complementaba con músicos de sesión que aportaron los arreglos de metales y que, casualidades de la vida, habían crecido como instrumentistas gracias al caldo de cultivo del que habló mi conspicuo compañero. Eric Clapton se marcharía después de editar el disco, pero Mayall no se amilanó y escudriñó el horizonte hasta encontrar sustitutos a la altura de las manos de Clapton, como Peter Green (alma mater de Fleetwood Mac y uno de los músicos con más talentos de su generación, naturalmente acabó en un psiquiátrico) o Mick Taylor, que se formó con Mayall y acabó sustituyendo al malogrado Brian Jones en los Rolling Stones. De hecho la nómina de músicos que han tocado con Mayall en los Bluesbreakers es un salón de la fama en sí mismo: Jack Bruce de Cream, miembros de Canned Heat, Andy Fraser de Free.. y la lista sigue. Visto así, propongo a John Mayall como seleccionador español de fútbol, cumple todos los requisitos: es viejuno, sabría que decir 'y tal' y, sobre todo, tenía un ojo para elegir a los músicos de su grupo que ya quisieran muchos.
Clapton tiene cara de haberse quedado con la cartera del de blanco y luego irse a los recreativos a gastarse los cuartos en el Street Fighter II
Y en estas llegamos al disco, grabado prácticamente en directo, con Mayall a la mayoría de las voces, el piano y la armónica y Eric fundiendo estilos de varios bluesman: Freddie King, Otis Rush o Buddy Guy. Blues de Chicago, pero a la inglesa. Para muestra, la primera canción: "All Your Love", un riff elegante, manteniendo el espíritu original, pero con pinceladas del sonido denso y sostenido que luego seña de identidad de Cream (o Led Zeppelin). El solo que se marca Eric pondría de pie a la tertulia de Sánchez Dragó y se complementa perfectamente con la voz del propio Mayall. El grupo suena compacto, moviéndose con maestría entre los blues desagarrados y los instrumentales, como "Hideaway"; en el que McVie y Clapton se echan un mano a mano (la leyenda cuenta que Clapton mantuvo el nivel de volumen del Marshall cercano al máximo, para pasmo de los ingenieros). Estos parámetros se mantienen hasta "Another Man", en la que John Mayall dice su particular "hasta aquí hemos llegado" y se marca una interpretación en solitario con la ayuda de su armónica y de su respiración (presente en toda la canción). La primera cara del vinilo acababa con "What I'd say", una versión de Ray Charles, algo alejada del estilo del grupo, pero que sirve para colocar un solo de bateria (que nunca viene mal) y para que Eric Clapton realice un guiño al colar unos acordes de "Daytripper" de un grupillo de Liverpool que no eran muy allá. "Key to Love" y "Parchman Farm" fueron grabadas en directo, con todos los músicos tocando a la vez, en un intento de capturar lo que los Bluesbreakers realizaban en sus actuaciones en directo. Por lo que se ve, el efecto del grupo en las masas es similar al que se produce aquí cuando se dice eso de "Buenas noches Madrid" o "Ese rock" (que juro que oí pronunciar a la excantante de la Oreja de Van Gogh). El Blues lento vuelva a tomar protagonismo en "Have You Heard", donde Mayall dejó libertad para improvisar a Clapton, dándole confianza, lo mismo que tuvo que hacer en "Ramblin' On my mind", un blues de Robert Johnson y la primera canción con voz solista de Eric Clapton de la historia. El disco (discazo a estas alturas) acaba con "Steppin' Out", otro instrumental de sublimes fraseos de guitarra y con "It Ain't Right", con Mayall a la altura de Little Walter en el empleo del arpa de Blues.
El blues hecho guitarra (si quieren verme sufrir les aconsejo que agarren esta guitarra y toquen con ella los acordes de Paquito el chocolatero, ni en el garrote vil oiga!)
Y eso es todo, un grupo iniciando una racha, un guitarrista de 21 años al que el talento le desbordaba, 12 canciones y un sorprendente éxito en las listas (Mayall pensaba que este álbum sólo gustaría a los entusiastas del blues): el disco no sólo llegó a número 6, sino que se mantuvo en listas durante 17 semanas y, por si fuera poco, convirtió al grupo en legendario y al propio Clapton en una deidad. Éste es el disco responsable de que aparecieran pintadas en las paredes de Londres con la frase "Clapton is God" (Clapton es Dios).
Vuestro amigo en el tiempo, Tomás Verleín
2 comentarios:
Espero que la utilización del vinilo para imitar a Mickey no tenga nada que ver con el calzado de pepa del señor secretario de parranda. En dicho caso espero una contestación sin sentido alguno.
Como no entiendo lo que es el "calzado de pepa" pues procedo con una contestación sin sentido: "Sweet home Tecnocasa".
Y tal...
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