El segundo disco de los Raspberries debería incluir un buen asterisco que rece: “*No te fíes de nuestras pintas”, cualquiera que vea la foto pensará que conoce a esos cuatro tíos, que los ha visto por una gira veraniega de fiestas patronales recorriendo municipios en torno a la carretera de Andalucía, pero no.
Efectivamente, sus chaquetas no están de moda salvo en la boda de Farruquito, y sus canciones tampoco entraban en los ideales musicales de principios de los setenta, donde el Rock más autocomplaciente empieza a comer terreno a grupos con regusto por sus raíces más inmediatas de la década recientemente finalizada. La querencia de Eric Carmen por los discos de los Beatles, los Hollies o los Small Faces le hace formar los Raspberries. Los inicios de la banda, tocando por su ciudad natal de Cleveland, van formando paulatinamente el grupo con Carmen en el bajo, Jim Bonfanti en la bateria, Wally Bryson como guitarrista principal y Dave Smalley, el último en llegar al que se le asigna un puesto de funcionario en guitarra rítmica. Esta formación es la que llama la atención de la gente de Capitol Records y graba el álbum que vamos a comentar, Fresh.
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Como bien comentó Tomás Verleín en el artículo de Big Star, un reducto de grupos reivindican la canción pop en un mar de canciones de largo minutaje, los Raspberries reinventan a su manera sus influencias musicales y casi sin quererlo sacan un disco que trazaría el camino de (sorpresa) una nueva etiqueta para el mundillo musical, Powerpop. La publicación de Fresh, a diferencia de los comentados Big Star, si que viene acompañada del apoyo y buen hacer de su sello discográfico, hay que recordar que a Capitol Records trincaba un buen dinero por los discos de los Beatles. El principio del disco cuenta con los dos singles del álbum, “I Wanna Be With You” y “Let´s Pretend”, compuestos por el capo Eric Carmen, luego se ponen descarados en temas como “Every Way I Can” o “Drivin Around”, se marcan melodías absorbentes en “Nobody Knows” e “It Seemed So Easy”, y no dejan de enganchar con los juegos de voces en “I Reach For The Light”. Diez canciones frescas y directas que casi te trasladan a orillas del Mersey en los sesenta. Pese al panorama poco propicio para estas composiciones de escasos dos minutos, el disco funcionó decentemente bien comercialmente, entrando en los cuarenta principales americanos (esos que hablan con acento de Fernandisco), y colando algún single entre los veinte primeros.
El disco se resume en que ampliamente, se puede comer con nata, azúcar, cilantro y lo que uno quiera. Lástima que al cabo de los años Capitol se quedó sin ideas sobre las frambuesas (sacaron discos en forma de cesta, incluyeron ambientadores de pino con olor a frambuesa, etc.) y a Eric Carmen no le hizo gracia la idea de cambiar el nombre del grupo por otro fruto que saliera en los fruitis. La formación original se desintegró poco a poco y aceptó la derrota ante los discos conceptuales y grupos que ocupaban solos de guitarra con una duración aproximada de cuarto y mitad respecto a las canciones de los frambuesas. ¿Derrota?, bueno ahora pueden tener una nueva oportunidad.
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