The Fabulous Wailers - The Fabulous Wailers At The Castle (1962)
Vamos a empezar esta historia con un ejercicio de imaginación, cojan la Cervical Relax y acomoden el respaldo del trabajo, echen la cabeza atrás, y si pueden cierren los ojos sin dormir la siesta. Bien, ahora intentamos imaginar una postal de California, recurrimos a los fidedignos Vigilantes de la Playa y no podemos sino imaginar soleadas playas, donde chicos rubios y chicas rubias de amplios senos se pasean patinando junto al mar. Un ambiente propicio para formar grupos de música y charangas variadas, desde luego. Ahora desplazamos nuestra mente unos cuantos kilómetros al Norte, al estado de Washington y en concreto a la ciudad de Tacoma. ¿Alguna imagen en su mente? Seguramente nada. Como mucho podemos imaginar que llueve mucho, que hace frio, y que preparar una barbacoa en el 742 de Evergreen Terrace no es una utopía. Para ser justos, y poniendo una mano en el pecho como en el coñazo del desfile, aseguramos que a principios de los sesenta esta pequeña ciudad tenía una de las escenas musicales más salvajes, febriles, enérgicas y demoledoras del momento.
Algunos (seguramente muy pocos) no le habrán hincado el diente a lo que ya contamos sobre el primer disco de los Sonics en este bloc. Un disco especialmente salvaje y chillón, e imprescindible en toda estantería con gusto por enciclopedias que no se consultan y recuerdos turísticos de Segovia. Desde luego, los Sonics no salieron de la nada, ya sea su sonido o su contrato discográfico. Para resolver la búsqueda de sus primeros pasos hay que recaer en otro grupo de Tacoma; formado por cinco peluquines con cierto apego a sus instrumentos y por la influencia del mejor Rock & Roll llegado de los cincuenta. A saber: Little Richard, Chuck Berry, Bo Didley, Fats Domino y la plana mayor del club del Misisipi.
Estos vividores se hacen llamar The Fabulous Wailers, y en el cambio de década de los cincuenta a los sesenta no hay grupo por la zona del Noroeste que no vaya a ver sus actuaciones o intenten tocar en los conciertos como hacen ellos. Su popularidad por la zona es notable, sus canciones instrumentales hacen vibrar hasta Ortega Cano en Mira Quién Baila, alguno de sus singles ya han llegado a oídos nacionales, pero el futuro es incierto por (sorpresa) falta de contrato discográfico. Como se suele hacer en momentos de crisis, nada mejor que buscar soluciones con una buena cumbre repleta de canapés. La propuesta ideal es clara y concisa: crear un sello discográfico propio y seguir la premisa que tuvimos muchos hasta que crecimos un poco, “háztelo tu mismo”. La idea es tan buena que nadie la apoya, y es gracias a Buck Ormsby (bajista del grupo) y a un amigo cantante de éste llamado Rockin’ Robin Roberts que nace el nuevo sello discográfico con el que se publicarían los discos de los Wailers y a la postre muchos grupos de la zona noroeste, “Etiquette Records”.
Algunos (seguramente muy pocos) no le habrán hincado el diente a lo que ya contamos sobre el primer disco de los Sonics en este bloc. Un disco especialmente salvaje y chillón, e imprescindible en toda estantería con gusto por enciclopedias que no se consultan y recuerdos turísticos de Segovia. Desde luego, los Sonics no salieron de la nada, ya sea su sonido o su contrato discográfico. Para resolver la búsqueda de sus primeros pasos hay que recaer en otro grupo de Tacoma; formado por cinco peluquines con cierto apego a sus instrumentos y por la influencia del mejor Rock & Roll llegado de los cincuenta. A saber: Little Richard, Chuck Berry, Bo Didley, Fats Domino y la plana mayor del club del Misisipi.
Estos vividores se hacen llamar The Fabulous Wailers, y en el cambio de década de los cincuenta a los sesenta no hay grupo por la zona del Noroeste que no vaya a ver sus actuaciones o intenten tocar en los conciertos como hacen ellos. Su popularidad por la zona es notable, sus canciones instrumentales hacen vibrar hasta Ortega Cano en Mira Quién Baila, alguno de sus singles ya han llegado a oídos nacionales, pero el futuro es incierto por (sorpresa) falta de contrato discográfico. Como se suele hacer en momentos de crisis, nada mejor que buscar soluciones con una buena cumbre repleta de canapés. La propuesta ideal es clara y concisa: crear un sello discográfico propio y seguir la premisa que tuvimos muchos hasta que crecimos un poco, “háztelo tu mismo”. La idea es tan buena que nadie la apoya, y es gracias a Buck Ormsby (bajista del grupo) y a un amigo cantante de éste llamado Rockin’ Robin Roberts que nace el nuevo sello discográfico con el que se publicarían los discos de los Wailers y a la postre muchos grupos de la zona noroeste, “Etiquette Records”.
En estas, con el sello discográfico creado, urge grabar un álbum completo. Animados por la idea del nuevo álbum se deciden a grabar un disco en directo, concretamente en un club de Tacoma bien conocido por las farras nocturnas y que recibe el nombre de Spanish Castle (probablemente el mejor homenaje a este país después del disco de Tony Genil “España cuanto te quiero”). La banda que se subiría a las tablas estaría formada por el citado Ormsby al bajo, Rich Dangel con la guitarra, Mike Burk en la batería, Mark Marush al saxo y Kent Morrill en pianos y órgano. Para los acompañamientos vocales se rodean del viejo amigo Robin y Gail Harris, cantante de voz profunda que empezó a berrear con los Wailers a una edad semi-legal de trece años y que seguiría con ellos durante buena parte de los sesenta. Si lo desean, podemos imaginar lo que estábamos haciendo nosotros con trece años.
El concierto en el castillo comienza arrollador, una intro instrumental llamada “Wailers House Party” para seguir con el clásico garajero “Dirty Rober” y el alarde blues guitarrero de Rich Dangel en “So Ho Zay”. Robin Roberts aparece en sus canciones “Rosalie” o “Since You Been Gone” y la locura llega con la concatenación de instrumentales donde el grupo raya a una altura de vértigo; la batería en “Shivers” o “Sac O´Woe”, el sucio saxo y el piano en “Tall Cool One” (una de mis favoritas) o todo el grupo en “Limbo Twist” donde parecen un tren que no descarrila jamás. Para el fin de fiesta aparece Gail Harris, arrolladora en las versiones “All I Could Do Was Cry” e “Idolize You” con una voz que dejaría los cimientos del local tiritando. Para concluir el disco, una versión de Ray Charles cantada por Rockin´ Roberts, “Mary Ann”; y el clásico “Louie Louie”, convertida precisamente por los Wailers en el ritmo Rythm & Bluesero que hoy conocemos y que muchas bandas imitarían, en especial los Kingsmen que gracias a su versión serían los que se llevarían el bacalao del éxito y el dinero.
El disco funcionó bien de ventas, pero la mayor huella del grupo quedó con sus actuaciones en directo, para grupos como los Sonics, Paul Reverve y sus Raiders o a Jimi Hendrix, que no se perdía una de los Wailers y acabaría dedicando una canción al estallido garajero de aquellos tiempos con “Spanish Castle Magic”. Las bases de lo que debe ser el garaje quedan asentadas, y los cinco fabulosos serían los arquitectos sonoros del Pacific Northwest. No sabremos hasta donde habrá alcanzado la sombra de los Wailers, quizás hasta el inicio del punk, quizás hasta el grunge, quizás hasta…; solo los grupos que se declaran seguidores de los Wailers y la escuadra de Etiquette pueden decirlo.
Desde esta página tan chula (lamentablemente en cierre) se puede descargar el disco. Y desde aquí también. Su escucha es obligada.
El concierto en el castillo comienza arrollador, una intro instrumental llamada “Wailers House Party” para seguir con el clásico garajero “Dirty Rober” y el alarde blues guitarrero de Rich Dangel en “So Ho Zay”. Robin Roberts aparece en sus canciones “Rosalie” o “Since You Been Gone” y la locura llega con la concatenación de instrumentales donde el grupo raya a una altura de vértigo; la batería en “Shivers” o “Sac O´Woe”, el sucio saxo y el piano en “Tall Cool One” (una de mis favoritas) o todo el grupo en “Limbo Twist” donde parecen un tren que no descarrila jamás. Para el fin de fiesta aparece Gail Harris, arrolladora en las versiones “All I Could Do Was Cry” e “Idolize You” con una voz que dejaría los cimientos del local tiritando. Para concluir el disco, una versión de Ray Charles cantada por Rockin´ Roberts, “Mary Ann”; y el clásico “Louie Louie”, convertida precisamente por los Wailers en el ritmo Rythm & Bluesero que hoy conocemos y que muchas bandas imitarían, en especial los Kingsmen que gracias a su versión serían los que se llevarían el bacalao del éxito y el dinero.
El disco funcionó bien de ventas, pero la mayor huella del grupo quedó con sus actuaciones en directo, para grupos como los Sonics, Paul Reverve y sus Raiders o a Jimi Hendrix, que no se perdía una de los Wailers y acabaría dedicando una canción al estallido garajero de aquellos tiempos con “Spanish Castle Magic”. Las bases de lo que debe ser el garaje quedan asentadas, y los cinco fabulosos serían los arquitectos sonoros del Pacific Northwest. No sabremos hasta donde habrá alcanzado la sombra de los Wailers, quizás hasta el inicio del punk, quizás hasta el grunge, quizás hasta…; solo los grupos que se declaran seguidores de los Wailers y la escuadra de Etiquette pueden decirlo.
Desde esta página tan chula (lamentablemente en cierre) se puede descargar el disco. Y desde aquí también. Su escucha es obligada.
4 comentarios:
que maravilla...
La verdad es que la tía que canta suena tremenda. Me encanta el humor con el que retratas los discos y la música en general. Saludos.
Demasiado bueno para ser un disco en directo.
Muchas gracias a todos por los comentarios. La verdad es que es uno de esos discos que hay que estar medio muerto para no entender que estos tipos hacían MÚSICA sin tener los ojos puestos en el bolsillo y con honestidad, una palabra que parece que se ha olvidado el significado.
A decir verdad, ya no se me ocurre que sería de este disco si lo hubieran grabado en el estudio.
Un abrazo a todos.
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