miércoles, 28 de julio de 2010

El Country Indie Modernillo (IV): Los experimentos de Wilco y los cordones para gafas



Wilco - Being There (1996)


Hace algunos años salía muchos días por la estación de Callao en dirección a mirar discos y otras varietés. A decir verdad, los vagos como yo que buscamos cualquier escusa para tener tiempo libre y no tener que trabajar pasamos cerca de muchas estaciones de metro. Lo cierto es que en esa misma salida siempre había un buen señor que vendía cordones para gafas. “A veinte duros los cordones para gafas”. Lo sé porque siempre repetía lo mismo, era un eslogan que permitía pocas variaciones, y tanto que no se alteraba ni una coma en su intento de convencer a la gente de incorporar como complemento tan útil artilugio alargado. Siempre pasaba a su lado y pensaba comprarle alguna vez algún cordón para gafas, por aquello del desgaste que provocaba verle todos los días y guardarlos de recuerdo o algo así. Lo cierto es que casi siempre volvía con un CD (en aquella época uno y no más) o tan pelado que no me podía permitir el capricho gafiruril. Supongo que es por aquella época cuando el señor Verleín (a veces instructivo y con gusto) me empezó a convencer para trincar algún disco de Wilco.


Tweedy con un topógrafo se queda dormido mientras mira un mapa. Te entiendo querido “migrañas”



Decir cosas de Wilco que la gente no sepa es complicado y largo (ya he dicho que era muy vago). Surgieron de cuando Uncle Tupelo se fue al garete y Tweedy se llevó consigo a todo cuanto quedó de aquello, y añadiendo a un pequeño genio de largas pelambreras llamado Jay Bennett. Tras un primer disco todavía con la influencia del sonido añejo de los Tupelo grabaron A.M., pero como diría Sick Boy en edulcoradas palabras: es bueno pero en tu foro interno sabes que no es el mejor. El segundo disco ya son palabras mayores, ni más ni menos que el Being There, un disco doble, con trazas experimentales, con sonidos añejos, popero, y tan difícil de encuadrar en cualquier estilo o influencias que lo único que se puede decir de él es que sólo suena a Wilco. Lo cual no implica que sean tan complicados de escuchar que sólo lo haga Wilco y la familia de Wilco. Ni mucho menos.

Si tuviera que elegir canciones sobresalientes, todo sale muy extenso y tal, aunque para variar me quedaría con las más cortas y directas al higadillo: “Outtasite (Outta Mind)”, “I Got You”, o “What´s The World In Store” en el apartado de las más calientes. “Say You Miss Me”, “Red-Eyed And Blue” y “Someone Else´s Song” en las tiernas. Las camperas “Forget The Flowers” y “Someday Soon”. Y hasta les perdono que se pongan con ruiditos en “Misunderstood” y “Sunken Treasure”. Pero aquí es donde paro, no quería escribir los títulos de las canciones y si me descuido escribo las de este disco y acabo con el recopilatorio de El Consorcio entero.


¿Cordones para gafas o country-indie-modernillo? Ellos se ríen porque saben que en algún momento todos seremos presbicios y ya tienen su cordón...


Han pasado años y el Being There me sigue gustando tanto que hasta negaría con la cabeza de vez en cuando que el disco que más me gusta de los de Chicago es Summerteeth, más powerpopero que el resto. Al hombre de los cordones para gafas he dejado de verlo con tanta asiduidad, aunque una vez conseguí verle con un cliente probándose unas gafas con sus cordones. Finalmente yo nunca le he comprado los cordones (dicho sea de paso no llevo gafas, lo cual habría sido una compra algo ineficiente). Luego llegó la moneda única y el precio se redondeó de los veinte duros a un euro. Un día que estaba lloviendo cambió los cordones para gafas por paraguas a tres euros (hay que reconocer el mérito empresarial de este hombre). Quizás algún día le grabe el disco de Wilco por si le vuelvo a ver, igual termina gustándole, quizás no. En caso de ser así, espero que no llueva y no esté vendiendo los paraguas, mucho me temo que cuando me arroje un objeto, el cordón va a doler bastante menos.

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Para los que digan que Jeff Tweedy lo más atrevido que ha hecho en su vida es comer chili de manicomio guatemalteco, ahí le tienen, tocando en la nieve aun a riesgo de meterse el mismo piñazo que se da (creo) Max Johnston.


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viernes, 23 de julio de 2010

El Country Indie Modernillo (III): El momento cumbre y los Jayhawks


The Jayhawks - Tomorrow The Green Grass (1995)


Poco a poco se finaliza el especial del Country-Indie-Modernillo en el que sólo estamos rascando la superficie de tal estilo (¿alguien esperaba más de cuatro entradas al respecto?). Cuando digo que este disco de los Jayhawks es el punto erecto de cuanto se grabó en aquellos años, está claro que siempre es una opinión sujeta a los diversos gustos que tendrá el personal, pero como dirigimos un bloc de dictadura bipartidista en la que mandamos nosotros, y en su defecto aquellos que consigan nuestras claves de acceso y aprovechen para publicar exabruptos, no me surge ninguna duda en afirmar que Tomorrow The Green Grass es el mejor exponente de muchos grupos que decidieron honrar la tradicional música americana y los manteles de cuadros. Tan cierta es esa afirmación, que se podría haber elegido el predecesor, el también magnífico Hollywood Town Hall, que aparte de un dudoso gusto por posar sentados en la portada en sitios cada vez más inverosímiles (a elegir tienen entre un sofá frente a una iglesia nevada o un tronco de árbol partido de dimensiones desproporcionadas), comparten una calidad de canciones realmente excepcional.


Una cásica escena de antaño, con sus Fresisuis y caras de estar viendo un concierto de Coyote Dax



Los Jayhawks a diferencia de otras bandas del llamado Americana se forman bien pronto, a mediados de los ochenta con un par de pájaros como compositores llamados Mark Olson y Gary Louris. Junto a los dos pilares de la formación se une el bajista Marc Perlman, desde entonces uno de los que no ha fallado hasta el último disco de estos puretas de Minnesota. Desde los principios, las gafas de la tía Mari-Pili que siempre ha gastado el peluquín rizado de Gary no impide al grupo grabar con esas dulces armonías vocales y melodías de postín. Sus dos primeros discos pasaron casi inadvertidos, prácticamente sin distribución y con un sonido tan campero que parece sacado directamente de un paseo de Labordeta, hasta que aparece por sus vidas el personaje de George Drakoulias, ese hombre obsesivo en la producción pero que a los mandos de la mesa es todo un seguro, sacándoles un poco más de pop y fichando por una multinacional de las que pagan con buenos langostinos, American Recordings. El primer Lp fruto de esta unión es el citado Hollywood Town Hall, que les hace ponerse a tiro de los oídos de mucha gente de buen criterio, obteniendo cierto reconocimiento entre el pueblo y unanimidad en que se trata de un disco intemporal.


¿De verdad nunca habían visto a cuatro modernos pelados de frío sentados en medio de una carretera de Minnesota? Yo una vez, o eso creo.



Tras la incorporación a los teclados de Karen Grotberg (la chica debería denunciar al fotógrafo del disco, que hace dudar de su condición femenina en todas y cada una de ellas), llega la obra culminante de estos dos trovadores surgidos de la Tierra del Porrón de Lagos. Todos los matices, influencias anteriores se juntan en este disco: Gram Parsons, Neil Young, los Byrds, Flying Burrito Brothers y hasta el lado Pop de sus admirados Big Star. Todas y absolutamente todas las canciones son redondas. No soy entendido en esto (como ya dije mis conocimientos rara vez pasan del Mi Menor), pero me juego mi vinilo de Te Huelen Los Pies a que ni sobra ni falta una sola nota, las armonías vocales son irremediablemente perfectas y en definitiva suena todo de lujo. Pararse detenidamente a analizar cada canción sería una pérdida de tiempo, casi es mejor escucharlas, y saborear un momento glorioso de la música en los últimos años. Hay que deberle mucho a Mark Olson (ese hombre con cara de buena persona, de esos que dan los buenos días cuando te cruzas con él) y Gary Louris por semejante colección de canciones.

Igual se trata de un disco clásico y aún no lo sabemos, no es ni de los sesenta ni los setenta, donde se aglutinan casi todas las rodajas vinílicas que se suelen considerar como tal, es de bien cerca, pero no pierdan cuarenta y cinco minutos y dense una escucha a estos tipos. En cuanto empiece “Blue”, “I´d Run Away”, “Miss Williams Guitar” o “Two Hearts” sabrán de lo que les hablo. Palabra.


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jueves, 15 de julio de 2010

El Country Indie Modernillo (II): El derivado y Son Volt


Son Volt - Trace (1995)


En estos días de baja productividad nacional y muchos trabajadores que acuden a su empresa sustituyendo el agua de la ducha por la de la fuente más cercana (los trabajadores del Metro de Madrid no, esos no acuden al trabajo) retomamos nuestro especial de duración indeterminada sobre el country indie modernillo. Para quien le cueste hacer memoria, en donde me incluyo, hago un repaso de lo dicho anteriormente. Resumiendo: En los iniciales noventa había grunjes, mucha gente con zapatillas sucias y unos pocos que rescataban el country de antaño llevándolo a nuevos terrenos. Entre los filántropos que encabezaban el movimiento campero se encontraban la gente de Uncle Tupelo. A su vez, este grupo consistía en dos personas que se llevaban muy mal, Jay Farrar y Jeff Tweedy, que aunque abundaban entre ellos las bromitas de compañero no paraban de hacer buenas canciones. Tras la separación, mucha gente no superó que estos Rasca y Pica con sombreros de Brokeback Mountain formaran sus propios proyectos, pero no estaban tan mal. Jay Farrar formó Son Volt y el primer disco es bien fino. Allá va su historia.


¡Caray! En un bar y ya han dejado la barra vacía. Igualitos que nosotros a los cinco minutos de entrar en uno.



Tras la separación no amistosa de Uncle Tupelo la gente se sintió ofendida y hasta se manifestó en contra de las toallas portuguesas. Nadie imaginaba que a posteriori alguno de sus miembros tuviera éxito, sobre todo, nadie imaginaba que el que se llevaría el bacalao sería Tweedy (que aparte de dicho pez se llevó a tres músicos de Uncle Tupelo) y no el capo del grupo, Jay Farrar, que obtuvo por razones obvias de peso (compositivo y no de gravedad) un jugoso contrato con la Warner Brothers. Sobra decir, ciñéndose estrictamente a la palabra éxito, que Farrar no tuvo demasiado con Son Volt. Pero también sobra decir, que lo mismo da, que detrás de ese personaje con un ego tan grande como las ganas que tenemos en garajeland de cruzarnos con Van Bommel, se esconde un tipejo que sabe muy bien lo que se hace y que se rodea de fábula cuando la ocasión lo merece.


Fotografía de estudio patrocinada por la tarima de Azulejos Brihuega y toallas portuguesas super absorbentes para sujetar un píe de micro



Después de las batallitas de Risk que llevaban al escenario Tweedy y Farrar, este último se alió con tres bandarras del pelaje de Mike Heidorn, Jim Boquist y su hermano Dave, hombre orquesta de la familia. Éste su disco de debut dejó muy claro que la parte experimental de los Tupelo pertenecía más a Tweedy que a cualquier otro miembro de los Tupelo. El sonido es mucho más pureta, y quizás más Country-Rock (ah, esas odiosas etiquetas compuestas), más cercano a los Crazy Horse que hablaba mi compañero hace unos días (nótese nuestro desprecio por el tiempo), y menos pop, pero no por ello menos melódico. De aires melancólicos pero con canciones fabulosas. “Windfall”, “Tear Stained Eye”, “Out Of The Picture” y “Too Early” en el lado meláncolico y más Gram Parsons. “Route”, “Catching On” y la conocida “Drown” por el lado más Rockero y Neil Youngniano hacen buena cuenta de las grandes canciones de este disco, que para acabar lo hace con una tierna versión de una canción de Ron Wood: “Mystifies Me”.

Tras este disco de debut, Jay Farrar sigue en activo con Son Volt, sigue sin grabar discos malos, y sigue sin vender más que el amigo migrañas. Algunas informaciones apuntan a que siguen sin llevarse demasiado bien, pero bueno, querido amigo Jay, no todo en esta vida va a ser ganar dinero a raudales y mujeres por doquier (que nos perdone George Best por semejante afirmación).


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