domingo, 30 de mayo de 2010

Cuando el equipo B se convierte en el A




Crazy Horse - Crazy Horse (1971)


En determinadas ocasiones, normalmente tan determinadas que suele ser "una y no más Santo Tomás" se produce una confluencia de factores que hacen florecer facetas inéditas de uno revelando indefectiblemente algo que nadie podía prever. Me refiero a esos momentos donde nadie da un duro por nosotros, pero al final conseguimos llevarnos brillantemente el gato al agua ante la incredulidad del respetable (normalmente estos momentos pasan a cámara lenta y con música épica, pero sólo si se está en una peli de Michael Bay). Decir, además, que esos instantes de satisfacción personal saben siempre mejor si se vive a la sombra de un líder que lo sabe todo y que es capaz de las genialidades más absolutas con tan solo arquear una ceja.

Algunos ejemplos de lo que les comento: la conversión de los Breavers de 'Teen Wolf' en los Bulls de Jordan cuando todos en el equipo se dan cuenta de que no necesitan los poderes lobunos de Michael J. Fox. Otro, el partido que gana el Niupi con un gol con la cara de Bruce Arper mientras Olivier se resentía de su enésima lesión en el hombro o, mi favorito: las series secuela de los Simpson, con la irresistible historia del Jefe Wiggum como investigador privado en Nueva Orleans.


¡Sapristi! Gente con barba en el bosque, uno canadiense y otro rubio. Si no se trata de Crazy Horse, tienen que ser los seis enanitos (el árbol cuenta, por supuesto)


Aunque si hay que destacar un momento, en términos estrictamente musicales, que refleje de manera directa lo que queremos decir (y que no sea una historia de ficción) nos quedamos con Crazy Horse, el disco homónimo que sacó Crazy Horse al mercado poco después de unir su nombre al de Neil Young para los anales de historia, convirtiendo a Neil Young & Crazy Horse en una marca de fábrica que dura hasta nuestros días (si después de esta sopa de letras nominativa no les duele la cabeza lo más mínimo, les recomiendo que vayan a Cifras y Letras, que se llevan el premio gordo.

Crazy Horse, el grupo, nació en la soleada california, formado por el talentoso guitarrista y compositor Danny Whitten, el bajista Billy Talbot y el baterista Ralph Molina como núcleo del grupo. Su primera formación, que data de 1962, se mantuvo con el nombre de Danny & The Memories el suficientemente tiempo para darse cuenta de que el nombre no funcionaba y cambiarlo por The Rockerts (aunque no fue sólo su identidad la que cambiaron, ya que consideraron que los grupos vocales no vivirían su apogeo hasta los 80, con los Solfamidas, de modo que se pasan al Rock&Roll) El grupo, que en esos momentos cuenta con cinco miembros estables y un violinista para escenas peligrosa, debutan con un álbum homónimo (muy estimable) que puede encontrarse buceando por blogs ajenos.


Las fotos de calidad 'variable' y el desenfoque gaussiano ha hecho milagros por la carrera y autenticidad de muchos grupos.


The Rockets
fueron hijos de su década, adoptando el pop psicodélico tan de moda entonces y estableciendo su campo de operaciones en San Francisco, cuna de todas las cosas que molaban, excepto de la bomba que bota, patrimonio y orgullo de Manchester. En su sonido, ya destacaba el muro rítmico de Talbot y Molina, así como el talento de Whitten escribiendo canciones. características que no pasaron desapercibidas para Neil Young quien, en 1968, y tras un par de actuaciones e improvisaciones de prueba les propuso convertir al trío en su banda de acompañamiento, de la misma manera que caían las broncas en casa cuando eras el pequeño de una larga saga familiar (en orden descendente en edad y ascendente en la fuerza de la colleja que te tocaba).


Young contó con el grupo para su siguiente disco, el gran Everybody Knows This Is Nowhere, con unas profundas y marcadas señas de identidad: melodías infalibles, largos trabajos de guitarra que perdurarían en el sonido de Young y que producen una digestión lenta en el oyente, casi tanto como una comida con pacharán de postre,. Con este disco se iniciaba una de las más longevas y discontinuas asociaciones de la historia de la música.

Como decimos, Neil comenzó a jugar al sile/nole con los Crazy Horse. Contó con ellos en Everybody, luego cambió de aires uniéndose a Crosby, Stills y Nash en el legendario Déjà vu, contando con el grupo de nuevo en su siguiente disco en solitario: After the Gold Rush, pero sólo en tres canciones. El grupo, por su parte, no pierde el tiempo y mientras Neil saltaba de flor en flor, ellos reclutaban a dos secundarios de lujo del mundo musical: Jack Nitszche (mano derecha durante muchos años de Phil Spector, tanto que hasta se me parecen físicamente), fino productor y arreglista de algunos de los temas más grandes de la música y al guitarrista Nils Lofgren, al que Bruce Springsteen debe parte de su sonido con su banda. Con el apoyo de Young en algunas composiciones y la producción de Bruce Botnick (Love, The Doors) configuran un debut que nada tiene que envidiar al trabajo de Young de esos años.

El disco es una colección de temas que beben de varios estilos y que cuentan con al menos tres voces principales. Una fórmula arriesgada, pero que aquí funciona de manera muy cohesionada, tan difícil de conseguir como una bechamel sin grumos (se agradecen comentarios respecto a esto, razón: cocinero inexperto, pero con voluntad). Así, Crazy Horse sorprende con el pop danzarín de 'Gone Dead train', con su estupendo trabajo de bajo y un estribillo a tres voces realmente irresistible. 'Dance, Dance, Dance', es una de la canciones que Young cedió al grupo, festiva y con con fiddle autóctono, nos muestra otra faceta más del grupo. El pop de gran armonía vocal es rescatado en 'Look at all the Things' de Whitten, que da paso a 'Beggars Day', que firma Nils Logfren y que cambia el tercio, ofreciendo un sonido ampuloso. Por no romper la tónica de encontrarnos con grandes temas en diversos estilos, Whitten escribe y canta 'I Don't Want to talk About It', balada de las que dejan poso y que no necesita de mecheros encendidos para tocar la fibra sensible (con el slide de Ry Cooder es suficiente). Más famosa por la versión que hizo Rod Stewart, pasará a la historia (o no) por ser una de las canciones favoritas de Rob Fleming, el prota de Alta Fidelidad (versión libro). El pulso del caballo desbocado se recupera con 'Dowtonwn' que cuenta con un gran trabajo de los dos guitarristas del grupo, lo que se repite en 'Dirty Dirty' o 'I'll Get By'. Jack Nitzsche es el último en sumarse a la fiesta, pero entrega dos grandes gemas pop: "Carolay" y "Crow Jane Lady", preciosistas y de estructura sorprendente, funcionan como canción pegadiza y como dato para saber cuándo un grupo puede ofrecerte más de lo que esperabas.

Danny Whitten en una de sus fotos a lo 'Gaizka Mendieta'.


El disco termina dejando una sensación de hacia dónde podría haberse desarrollado la música de Crazy Horse que lamentablemente nunca pudo llevarse a cabo (Whitten perdió sus mejores años en la heroína y murió poco tiempo después), aunque Molina y Talbot lo volvieron a intentar una año más tarde con Loose (del que hay variopintas opiniones según el crítico influyente al que sigas) y posteriormente con At Crooked Lake.

Fue una lástima que este grupo (formado por secundarios en esto de la música) no pudiera repetir esta fórmula y haber seguido entregando buenas canciones, pero no creo que ninguno de los participantes (que han tenido sus momentos de estrellato y gloria pero siempre de manera muy moderada) cambiara la creación de momento tan glorioso como este disco por cualquier otra cosa (a menos que se ofreciera un aparato para tener razón siempre, por el cual vendería mi alma, dos veces). De hecho, si lo pensamos fríamente, no sé si yo mismo cambiaría un momento de gloria por un montón de momentos medianos, más aún si tenemos en cuenta lo que significa mediano para según qué personas, pero ejemplo, para Zara significa que careces de hombros, tienes cintura de avispa y pecho palomo. Si eso es mediano, perdónenme, pero me quedo con este disco y con mi perfil Bertín Osborne.

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Vuestro amigo en el tiempo, Tomás Verlein


Leer toda la historia y tal…

jueves, 20 de mayo de 2010

El Country Indie Modernillo: Los inicios y Uncle Tupelo


Uncle Tupelo - Anodyne (1993)


A principios de los noventa el mundo se debatía como El Nota si era tolerable la agresión a Kuwait. Musicalmente se buscaban revolucionarios incluso entre la discografía de Mocedades. Algunos decían que los más modernos eran aquellos que hacían quemar zapatillas (Nike de punta larga) en las pistas de baile, otro apostaban por el grunge y sus derivados con, siempre, zapatillas muy sucias. Nosotros, que siempre hemos sido raros pero con buen gusto por el chorizo de matanza y las peleas entre vecinos del pueblo por las tierras colindantes, apostamos por los sonidos camperos que siguieron el rebufo del No Depression de Uncle Tupelo. Así es, los revolucionarios hacían música Country, y visto a día de hoy, estos discos han envejecido de muy buena manera y sin liftin de por medio. Aviso: Estos días (según el espacio tiempo diferente a garajeland serán semanas) guarden la corbata y los zapatos que viajamos al campo a respirar aire puro.


Uncle Tupelo o la próxima película de Fernando León de Aranoa



Uncle Tupelo no nacieron ni en Nashville, ni en nada que se acerque mínimamente a zona americana del Country. Dos colegas de colegio, Jay Farrar y Jeff Tweddy, crecen escuchando discos de las más puras raíces americanas, pero para no parecer unos bichos raros, también bandas de Punk. La pasión por estos sonidos les lleva en 1990 a embarcarse en la grabación de su primer disco, No Depression, sin un solo centavo en el bolsillo, y siendo timados por la compañía discográfica que se queda con todos los derechos de autor del álbum logran un éxito de ventas absolutamente lamentable. Aunque para sorpresa de propios, extraños, Kodos y Kang, algunos críticos musicales, pero sobre todo muchas bandas, ven en este disco un espejo en donde mirarse para componer y tocar canciones. Hasta tal punto, que todo el movimiento del Country Alternativo lo denominan No Depression (algún crítico con la interminable chorra lista de etiquetas lo llama Americana).


Estragos de la New movida Madrileña



Poco a poco el grupo consigue (ligeras) mejorías en las condiciones de grabación de sus siguientes discos, Still Feel Gone, y con el tercer álbum March 16-20 les echa el lazo un personaje que suele tener buen ojo para esas cosas pese a que no se quita las gafas de Sol ni para entrar al cine, Peter Buck de REM. Siguen sin llegar al éxito masivo, pero fichan por una multinacional como Warner para la grabación de Anodyne. Atrás quedan los músicos que han pasado por el ciclón de egos de Farrar y Tweedy, a los que no voy a nombra salvo a uno: Bill Belzer, baterista al que se despidió de forma amistosa porque según palabras del propio Tweedy, era gay, lo sabía y no hacía muchos ascos en no demostrarlo. La jugada de largarle no salió del todo mal, su sustituto, Ken Coomer, aparte de ser muy alto era un excelente batería que posteriormente tuvo un importante papel en los primeros discos de Wilco.

Anodyne sería el último disco de Uncle Tupelo. Farrar y Tweedy no se podían ni ver: en los conciertos se peleaban por hablar delante del micrófono recordando al público asistente que para aprender buenas normas de educación es mejor ver Bertiniños, el nuevo programa de nuestro adorado Bertín Osborne. Farrar se ponía mohíno al ver que Tweedy acariciaba el pelo de su novia y todo derivó en que Tweedy se enteró de que la banda se disolvía a través del manager del grupo, y anécdotas por el estilo, que de contarlas todas serían más largas que la lectura de la biblia por parte de Jesús Hermida. Ni que decir tiene que los dos no han vuelto a trabajar juntos y han rescindido el contrato que tenían con el dúo de Amena para llamarse al móvil por un céntimo el minuto.


La entrada de su último concierto. Si el afortunado la hubiera sacado a través de ServiCaixa ya tendría las letras borradas y un bonito cartón amarillento.



Con semejante ambiente graban Anodyne en Austin, en donde el buen amigo productor, Brian Paulson tuvo que lidiar con grabaciones en directo y en donde Farrar y Tweedy intentaban no coincidir en la misma sala. Tweedy se libera de su trabajo en el bajo gracias a la contratación de John Stirratt y a Max Johnston le dejan el trabajo sucio con cualquier instrumento de cuerda que pase por sus manos. Lo increíble de todo, es que Anodyne suena estupendamente bien. Algunas de sus canciones son excelentes y altamente recomendables, por citar algunas, “The Long Cut”, “Give Back The Key To My Heart”, “New Madrid” o “We´ve Been Had” deberían (como poco), formar parte de los largos paseos de Labordeta por el campo. Un disco maravilloso grabado en un contexto que no propiciaba en absoluto la calidez del resultado final. Las influencias de Gram Parsons y sus derivados son evidentes, también las de Neil Young o Gene Clark, quizás también las de Bob Dylan, y a lo mejor también las de los Flying Burrito Brothers, Hank Williams, etc. La mayor diferencia es que estos dos elementos habían crecido escuchando punk y supieron llevar sus influencias a un mundo en el que predominaba la polución sonora por encima del puro y tierno campo.


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Os dejamos con un video presentado por el hombre que entrevistó a Bart Simpson cuando éste se hizo famoso. Para el primero que vea la cara de Jay Farrar habrá premio.


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