sábado, 28 de noviembre de 2009

Verdades como puños, mentiras como pianos ( IX )

1. ¿Grabó Jimi Hendrix la guitarra de una canción del cantante que inspiró el estilo de Mick Jagger?

Nuestro veredicto: Nuestro veredicto es que la pregunta más complicada que hemos realizado nunca, porque esconde tantas preguntas inconclusas, tantos dimes y diretes que necesitaríamos un blog propio para llevarlo a cabo, por no hablar de otro blog que deberíamos crear para explicar cómo se nos ha ocurrido y un tercero que debería versar sobre nuestro estado mental: a todas luces a la altura de la loca de los gatos que vive en Springfield.

Visto la dificultad del asunto, una vez más hemos encargado la tarea al departamento de investigación del Señor Bajito y el de la guía de teléfonos, con el fichaje de última hora del cuñado del primero, del que no quisimos saber nada más tras comentarnos que su mayor virtud es que si se pone una bombilla entre los dientes ésta se ilumina. (nota mental: si de ésta 61 & 49 y el que subscribe no salimos de esta esposados y con una tira negra en los ojos ya puesta nos podrán pasar un cupón por la chepa que igual toca).

Dos días después hemos recibido un completo informe de una página con membrete de la revista Don Miki y varias manchas de café con sólo una frase escrita: " Jimi Hendrix nació, creció y se desarrolló. Además era guitarrista, probablemente zurdo". Supongo que lo de este equipo de investigación será alguna maldición gitana por algo que hicimos en otra vida.

Don CovayDon enseña a Jerry Wexler (mandamás de Atlantic ) que si tienes las dedos como morcillas lo del Mi menor es un mero simbolismo. El estilismo es de Rupert en el caso de Don, Jerry sólo lo lleva las puntas saneadas.



En fin, la historia de la música es a veces perezosa con los datos de grabaciones y de encuentros entre grandes estrellas. Más aún si tenemos en cuenta que en los 60 no se pensaba que años después estas cosas figurarían en un bloc como éste y que en Madrid el diseño de las luces de Navidad se encargaría a Agatha Ruiz de la Prada, como un par de guindas. Retomando el hilo, Jimi Hendrix era, por 1964, un guitarrista primerizo que formaba parte del 'Chitlin' Circuit', una asociación de bares de EE.UU. que permitían a los artistas afromericanos tocar o actuar. Por aquel entonces, Don Covay ya tenía una carrera sólida como cantante y compositor de extraordinaria voz que formaba parte de los grupos que giraban con Little Richard. El azar, la providencia o una serie de señas para béisbol empleadas por el Sr.Burns fueron los responsables de unir en el camino a estos dos grandes. La cuestión es: sí, parece confirmado que Jimi y Don se conocieron e intercambiaron cromos de la liga de fútbol española (las malas lenguas indican que a Jimi intentaban colarle un cromo de Roberto Ríos por dos de Tendillo, pero a uno de Seattle no se le ibas a colar), pero tampoco se sabe si se metieron en el estudio para hacer algo. También es verdad que siendo los dos músicos y con un estudio cercano no se iban a poner a jugar a la bola de fuego (el juego más aburrido/divertido de la historia, si no tenemos en cuenta a toda la serie de Falomir, claro).

Si la historia es cierta, Jimi fue el guitarrista solista en 'Mercy Mercy' y en 'Can't stay away', mientras estaba de gira con Sam Cooke. En La sesión (que se registró a primeros de octubre de 1964) también se pasaron otros músicos del montón: hablo de King George a la segunda voz (aunque es más conocido como guitarrista) y Bernard Purdie a la batería. No intenten buscar un mejor equipo para grabar un disco: probablemente no lo habría (excepto si pueden encontrar a un grupo de veteranos del Vietnam que en 1972 fueron acusados de un delito que no cometieron y ahora, perseguidos por su propio gobierno, sobreviven como soldados de fortuna). Las dos canciones formaron parte de un 7" que pasaría a la historia por ser unas de las primeras veces que se registraba grabada la guitarra de la bestia parda zurda, ¿les suena a Jimi? Juzguen ustedes. Sólo les comentamos para dejarles con más dudas que en la lista de entrada al estudio figura un tal James Hendricks y que Steve Cropper siempre dice que Jimi estuvo allí...


Don CovayDon y Wilson Pickett, si ustedes necesitan tirar un tabique en sus casas, llamen a estos dos señores: en dos canciones trabajo hecho sin sacar el martillo pilón.


Por otra parte, Don Covay ha sido recordado más como compositor (por ejemplo con el 'Chain of Fools' que Aretha hizo famoso) que como cantante, pero su impronta, vozarrón y estilo no pasaron desapercibido para un tirillas de morroplastio destacable que era un as en la gimnasia del la ciudad de Dartford (Inglaterra) y que tenía una colección de discos venidos del otro lado del atlántico que dejaba impávido a otro chavalote con voz angelical (por aquel entonces) llamado Keith Richards. Si encuentran semejanzas (e incluso un parecido casi de fotocopia) entre Mick y Don son ustedes unos malpensados, unos destructores, unos desahogados ("si me quereis....irseee" que diría la gran Lola Flores). Evidentemente no se puede decir que la voz y estilo de cantar de Mick fueran originales, pero él tampoco lo ocultó y siempre quiso homenajear a su 'maestro'; ya fuera grabando una versionaza del 'Mercy Mercy' para el Out of our Heads o ayudándole en la rehabilitación de la enfermedad que padece desde 1990.

Aquí la original:




Aquí la versión:




Porcentaje de certeza: Le concedemos una certeza tipo: "te lo prometo por Anacleto". Es decir, no hay ninguna prueba sólida salvo la memoria de unos músicos y nuestro gesto de "por éstas que es verdad". Además, esto no es un chat y ustedes saben que yo no soy rubia, ni tengo los pechos turgentes y que sólo llevo el picardías puesto por prescripción médica.

Vuestro amigo en el tiempo, Tomás Verlein


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jueves, 26 de noviembre de 2009

Fábula musical e inverosímil

Heroína de protección oficial


Bajo una espesa neblina oceánica, P. Hernando “El Pocero” giraba la cabeza en clotoides y veía un cochambroso barco atestado de, en su opinión, cochambrosos irlandeses cubiertos de pulgas y con zapatillas de Los Guerrilleros. No muy lejos veía la ciudad de su destino, había una señora de cuarenta y cinco metros de altura y doscientas toneladas de peso que con mirada perdida le deseaba suerte. P. Hernando captó el mensaje (no sin esfuerzo) y puso mirada de pensar, pero al ponerse a ello se dio cuenta de que necesitaba comer algo. Cogió un taxi, cuyo conductor tenía un franco parecido a los de su país: se sentaba sobre una funda de bolas y su tez era tan morena como su amigo “el Grifa” cuando regresa en Agosto del Alberche, más negro que el sobaco de un grillo.

Consiguió localizar un restaurante típico de la zona: una marisquería; y sentado (no sin dificultad) en su interior miraba el menú sin ver nada que le convenciera, hasta que un señor muy amable con pinta de invertido le dijo: “¿Es usted Sputnik?”. “Pues sí” respondió P. Hernando, y continuó “Es que esta comida parece del ACNUR comparada con la que doy yo cuando inauguro una metrópolis, no vea usted que medias noches y gambas peladas que sirve mi señora”. El misterioso amigo le observó y atisbó algo de pop-art en sus ojos, así que decidió presentarse: “Me llamo Andy W. si lo desea puede venir a mi taller de manualidades, en donde estaré encantado de servirle un chorizo amorcillado en condiciones”.

P. Hernando se animó ante la fluida conversación que mantenía con Andy W. y mostró sus impresiones de la ciudad: “Me gusta, pero hay solares para hacer un millón más de viviendas de buenas calidades, sin bombonas de garambutano y con moqueta de la buena”. Una vez en el interior del centro de manualidades P. Hernando presenció un ambiente lúgubre pero con retratos de colores repetidos por toda la estancia. Andy W. buscó un tema de conversación ante la evidente incomodidad de P. Hernando: “Esto está lleno de chatis”. “Sí, sí, ya veo, aunque aquí donde me tiene, y con mis dos metros de ancho traseril, no vea usted de las que me rodeo yo en un barco que me he comprado. Me las presentó Berlusc...”. Un nuevo personaje paralizó el discurso de P. Hernando, se llamaba Lou R. y su aspecto daba un miedo que acojonaba. “¿A qué se dedica usted joven?” preguntó P. Hernando con voz temblorosa. “Normalmente escribo canciones en una banda. El grupo es malo, las portadas también, en cambio yo soy un genio sin inspiración”. “Lo que usted parece es uno de esos que se pinchan con la heroína, un drogaíno, vamos. Debería dejar los productos químicos y hacer como yo cuando necesito inspiración: me tomo tres gelocatiles, pimientos del padrón de los que pican, un yogur de los que anuncia José Coronado y ya no sé adonde voy. Te aseguro que las cosas son muy distintas, te crees el hijo de Jesucristo y que ya no sabes nada”.
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domingo, 15 de noviembre de 2009

Como viajar a los setenta sin un Delorean de por medio

Josh Rouse
Josh Rouse - 1972 (2003)

En ocasiones, contadas normalmente, tu vida se parece a una película de cine. Si esto fuera el país de la gominola pues normalmente todo sería tan insoportablemente bienhallado como en 'Qué bello es vivir', pero la mayoría de las veces todo me suena irremediablemente a 'Un día de Furia' mezclado con 'Amanece, que no es poco' y con ligeros toques de 'Zampo y yo'. No me pregunten por qué, me río yo de la mente torturada de Bruce Wayne. Sin embargo, durante un tiempo mi vida parecía discurrir por la misma senda que la de Truman Burbank en el 'Show de Truman'. No lo digo porque sepa poner caras mejor que Jim Carrey y Bart juntos, sino porque durante un tiempo todo el mundo parecía saber algo que yo desconocía: todo el mundo parecía haber escuchado el disco que hoy dejamos en la rebotica y, lo que es peor, yo tardé una eternidad en darme cuenta de mi error y el Óscar se lo dieron a Shakespeare in Love. Encima.

Yendo un poco más al grano, les diré que habló del fundamental disco conceptual al cubo (y luego explicaré por qué) de Josh Rouse, un chavalote sano de Nebraska que al que podría calificarse como culo inquieto. Como les decía, un día una persona te habla de este disco, otro día ves un cartel de un concierto de Josh y al tercero empiezas a ver fantasmas por todas partes y a pensar que el mundo entero se ríe de tu apellido (como si navaelpijo fuera gracioso) y que el conductor del autobús tiene un extraño y oportuno acento del Soria americano, que diría Andres Montes. Tal campaña de acoso y derribo hizo que diera una oportunidad a 1972. Naturalmente, como soy un tío duro, traté de resistirme . Fueron los cinco minutos más largos de mi vida. Pasé del 'no está mal' al 'es tan bueno que es casi delirante' con un progreso que asombraría (de nuevo) al Dr. Hibbert.


Josh RouseJosh Rouse al fotógrafo: "y dices que posando así me aseguro las ventas entras los garajeros de pro... ¿Seguro que no parezco un flojeras?"


Decía antes que era un disco conceptual por triplicado. Y ahora es cuando lo justifico: no sólo se llama 1972 porque Josh Rouse se obsesionara para que sonara como lo hacían sus discos favoritos de esa época, sino que también era el año de su nacimiento y el de fabricación de la guitarra con la que están escritos los temas (Fender Telecaster). Bonito, ¿no? Además, Josh obligó a los músicos a vestir pantalones de campana para marcar copín y copete, llamar con teléfonos de góndola y proferir expresiones como "eres de plomo derretido". Por cierto, que aparte de un atrezzo de categoría (y una portada retro a la altura de lo que se esperaba) se rodeó de una nómina de músicos de sesión que no desmerecían a los que moraban por Muscle Shoals o las oficinas de Atlantic. Al mando de todo esto puso a Brad Jones, reputado músico y autor de producciones cristalinas donde los instrumentos se ponen al servicio de la canción y de las intenciones del músico. Toma geroma pastillas de goma, ven ya me contagié del espíritu del setenta y dos.


Y Lo más abracadabrante del asunto es que salió bien, de hecho (y personalmente) diré que salió más que bien. Normalmente cuando se hacen tantos planes y se diseña todo al milímetro se va al garate con facilidad. En este caso no sólo no es así, sino que es difícil concentrar de una manera más acertada de reperesentar la variedad de estilos de la época. Para muestra, la espléndida '1972', que da título al disco y nos deja perfectamente ubicados tanto por su sonoridad (vibráfonos sobre una suave melodía que va creciendo sobre la línea de bajo) como por su letra: "She was Feelin' 1972, groovin' to a Carole King tune'. ¿Hay algo más pop y típico de los setenta que el Tapestry de Carole King? Seguramente no. Josh Rouse ya ha dado muestras de entender de qué va el pop a las primeras de cambio, pero ahora se juega el salto mortal sin diñarla en la contagiosa 'Love Vibration', un híbrido entre el funk y el pop cuyo ritmo bebe directamente de los Funk Brothers y culmina con un estribillo tan coreable que parece escrito para tal fin. Una locura de canción, sencilla y sublime al mismo tiempo que incluso se permite el lujo de colocar un saxo final señalando directamente a Steely Dan. Como no sé qué más decir de esta maravilla lo culmino con: ¡qué viva el Wurtlizer!


Lo mejor es que sólo acabamos de empezar y que ya no nos duele que Josh Rouse sea un cantautor, porque el tío que tiene soul. Como se demuestra en 'Sunshine', vibrante amalgama de estilos, con tantos matices que cuesta catalogarla en alguno de ellos. Más fácil es decir que 'James' es el ejemplo perfecto de que los blancos sí la saben meter (mítica película donde Woody Harrelson borda el papel de tonto y Wesley Snipes utilizaba el vestuario que le sobraba a Will Smith en el Príncipe del Bel Air). Josh Rouse es una admirador de Curtis Mayfield y a él le rinde tributo con la exhibición de falsete contenida en esta canción. Si sumamos al conjunto flautas típicas del 'Black Explotation', un solo de guitarra que podría interpretar Walter Becker y un final dedicado a la figura de Marvin Gaye diríamos que Josh sabe lo que se hace.


Este disco es un milagro, porque consigue desmontar todos mis falsos mitos sobre cierta música de los 70 que siempre afirmo no soportar. ¿Ejemplo? 'Comeback (light Therapy)', suerte de funk mezclado con un estribillo y parte central más propia de la ELO. ¿Reconoceré que me gusta? No puede negarlo. ¿Reconoceré después que tengo un disco de la ELO en mi colección? Lo haré a regañadientes. Quizás no lo piensen, pero lo que ha conseguido Josh Rouse con esta canción y conmigo no lo hacen ni un ejército de terapeutas, ha eliminado mis prejuicios y por el camino me ha hecho recordar cuanto me gusta el bajo en las canciones (lástima no tenga el mismo amor por los bajistas, que como el alcohol, son la causa y solución de todos los problemas).


Josh RouseJosh y su cara después de recibir la visita de un inspector de billeteras


La última parte del disco es más tranquila, pero teniendo en cuenta de donde venimos, la mayoría (incluso los garajeros más recalcitrantes como un servidor) ya estamos con la banderita blanca, así que sucumbimos a la elegancia de 'Flight Attendant' donde la atmósfera que se crea con la combinación de piano y batería nos pondría en contacto con el momento donde James Taylor peinaba flequillo para luego desmontarnos con un final tan inesperado como tremendo. Para finalizar queda 'Rise', con un porcentaje justo de épica que se adapta como un guante a la voz de Josh, que termina de despegar cuando las notas son más agudas. Pop de manual, interpretado con gusto exquisito y con poca capacidad para decir que no me gusta. Has ganado una batalla decanito...


Josh Rouse dejó esta maravilla en 2003, se fue a casa; abrió una botella de Weltenburger, dio tres saltos mortales hacia atrás (el último con rebote hacia delante), se volvió a sentar mientras juntaba sus dedos y decía 'excelente'. Eso es al menos lo que haría yo después tras realizarn disco tan bueno de un proyecto que lo que tenía todo para acabar en la estantería de la serie media al lado del de chotis y polka de James Brown (un proyecto que se le fue de las manos lamentablemente).


Josh RouseJosh Rouse: "Vale, ya tengo una silla de madera y doy palmas, ¿pero cómo eran eso de las soleás?"


Realmente Josh siguió su vida nómada que incluso le llevó a pasar por España y conocer a su actual novia, hacer un par de discos con inspiración en la horchata y las rosquilletas, otro en plan dúo, batir el récord de quitar la tapa del mando a distancia de la tele y volverla a poner (se lo arrebató a un amigo mío) y tocar más en España que en EEUU.


En 1972 Paquito Fernández Ochoa ganaba la medalla de oro, el Watergate empezaba, se funda Atari y José María Carrascal ganaba el Planeta (ni me pregunten el criterio obtenido para obterner estos datos), ahora también sabemos que es el nombre de un disco tan brillante, que se disfruta por su música y porque nos recuerda un año mágico, en el que podían coincidir cosas como I'm Still Loving You de Al Green o el 1#Record de Big Star, el Exile de los Stones, Harvest de Neil Young, Transformer de Lou Reed, Ziggy Stardust de Bowie, Can't Buy a Thrill de Steely Dan o el Superfly de Curtis, por citar algunos. Por cierto, que también fue el año de nacimiento de Conchita Martínez. ¡Maldita sea que gran año!




P.D.: mi abogado, Lionel Hutz me indica que debo decir que puede que algunas de las actividades en España de Josh Rouse descritas por mí no se ajusten a la realidad, habrá premio para el que las adivine...

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Vuestro amigo en el tiempo, Tomás Verlein


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viernes, 13 de noviembre de 2009

Contacto con tacto (XI): Mark And The Spies

Sala La Pequeña Betty (hamburguesas en el piso de arriba), Madrid, 1 de Octubre de 2009

Los que nos siguen visualmente en garajeland, sabrán que en nuestra línea editorial (Tomás: ¿Tenemos línea editorial?) nos quejamos mucho, escribimos poco, y si lo hacemos sobre un concierto tiene que pasar el tiempo necesario para que se nos olviden todas las canciones y este pase a ser de la época de antaño a casi legendario. Más o menos el uno de Octubre nos acercamos a ver al que es (en mi opinión, faltaría más) el grupo que ha grabado mi disco favorito del año, Mark And The Spies. Era principios de Octubre y hacía veinte grados (como ahora), también se hablaba de las corrupciones políticas (como ahora), el Alcorcón optaba al ascenso y al título de copa (como ahora también) y yo seguía pensando que Marcial no murió (pero ya me lo han explicado). No obstante, estos tres truhanes holandeses brindaron una gran noche a base de lo que mayormente les da de comer: el pop.


Fotografía expuesta con el único propósito legal de nuestra asistencia a dicho concierto sin chandal y sin calcetines de rombos (que eso no se ve).


Bien es cierto que todo lo que venga de Holanda nos tiene conquistados por el mero hecho de sus galletas con relleno de caramelo (todo el mundo debería probarlas), aunque no se sabe si tanto como para llegar al concierto con puntualidad exquisita, aunque mis compañeros habituales de conciertos ya saben que me gusta ser el primero que deja el abrigo en el ropero (la música es lo de menos), por ello hubo que esperar unos tres cuartos de hora, en donde gracias a la generosidad de la sala, una tele emitía sin sonido “Cuéntame”; pero no se preocupen, no perdimos hilo del capítulo, con Toni y los rojos, Antonio es estafado por un señor que lleva un traje más caro que el suyo, Carlitos y las chavalas, etc. Tras la esperada aparición del grupo por el escenario, el guitarrista se fue a hacer pis, la cerveza estaba caliente y hubo que esperar, pero a partir de ahí casi todo fue bueno, lo explico:


Arjan Spies, Mark Wesseloo, Gerrit Scholten y Jelle Verhoeks después de montar el sofá Räkorperuk de Ikea y comprobar que aún les falta el resto del mobiliario.

Mark And The Spies se distinguen en sus dos estupendos discos por hacer un pop de canciones nada desechables, que con un poquito del garaje que tanto nos pone, y un poquito de Merseybeat a la holandesa les convierte en hacedores de unas melodías redondas y facturadas con todo lo bueno de los sonidos sesenteros. Así podríamos decir que transcurrió el concierto, tocando “Wait Forever”, una coreada joya como “But I Do”, “It Don´t Matter To You” o “Hers To Keep”, con esas maneras de buenos chicos que han ido a un buen colegio y bajaban la basura sin quejarse por los cuatro cubos de reciclado. Lo que pocos esperaban (o los que no les habíamos visto en directo) es que esa apariencia la dejan un poco de lado y empiezan a soltar bastante más energía en las canciones que la que tienen en sus discos, fueron cayendo “Another Chance”, el inmediato hit “Won´t Work On Me” y “Ain´t Got No Time” (con esos perfectos coros que se gastan y que ya querrían los niños de San Ildefonso) completando durante toda la noche buena parte de sus dos álbumes. Para terminar el fin de fiesta presentaron single, nos sacaron lo mejor de nuestra voz (muy parecida a la de Barney tras ingerir el zumo de zanahoria y peyote) con “You Got It” y una alargada e impactante versión de “Ace Of Spades” con guitarras al viento que dejaron una idea en el público presente: “I Want More”. Por poner una pega a la noche, una sala un poco más pintona les habría hecho lucir algo más (que no me entiendan mal lo de La Pequña Betty, se valora mucho su apuesta por grupos, de gran calidad por cierto, en directo).

Para acabar, un video patrocinado por los chalecos de Metro de Madrid, Algasiv, y con un presentador al que fregaría uno de los vasos de su mesa o le dejaría sin media perilla si veo que coge así uno de mis discos, aún no lo tengo claro.

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jueves, 5 de noviembre de 2009

NRBQ At el salón de tu casa



NRBQ - At Yankee Stadium (1978)

Se rumorea por las calles de cerca de un mercado que en Nueva York hay dos equipos de béisbol; uno son los Mets, paradigma del perdedor, nunca ganan al equipo vecino y tienen un pobre historial de copas donde sólo se incluye el Ramón de Carranza como el más importante. El vecino son los Yankees, un equipo que gana aproximadamente todos los años la liga, todos los partidos sin excepción a los Mets, tiene una brillante historia y a los jugadores, entrenadores, directivos, aficionados y utilleros más legendarios que se conocen en ese inexplicable deporte (no hago la comparación futbolística local, porque no es ni el día, ni el año, ni la localidad correcta para hacerlo). Su estadio es el Yankee Stadium, una catedral del poderío del equipo y de sus éxitos; pues bien, algún cable se les cruzaron a nuestros amigos de NRBQ cuando decidieron que su sexto disco se llamaría “At Yankee Stadium” (por supuesto, no está grabado allí) siendo el grupo que ha estado más a destiempo en la historia de la música, y que han sido timados, estafados y apartados del éxito comercial por parte de discográficas y gente con traje durante toda su carrera. En definitiva, ¿tiene algo bueno este disco?, yo creo que sí: que probablemente sea la colección de grandes canciones mejor oculta del mundo del rock and roll (ya estamos con las exageraciones).

Espectacular documento gráfico de NRBQ viendo como pierden los Yankees contra el Alcorcón.

Enerbikjiu, enerrebecú para los península-hablantes, se forman gracias a que Terry Adams se desplaza de su original Kentucky en busca de discretas camisas y nuevas experiencias a uno de los estados musicales más anodinos de la unión: Florida. Y no lo digo por nada, pero es que por allí es donde se ha ido a vivir Julio Iglesias, y eso como poco conlleva que se vende tanto moreno de bote como anuncios a favor del cáncer de piel. Allí se encuentra con un grupo en el que milita Joe Spampinato (un hincha de los Yankees) y sufren una de esas transfusiones mentales que les hace compartir gustos musicales, culinarios y los billetes de diez viajes del autobús. En sus primeros años, en formación de Quintet, se mudan a Brooklyn en donde tocan por diversos clubes de la zona versioneando a los clásicos del rock and roll que tanto les han influido. A finales de los sesenta firman sus dos primeros discos con Columbia, que pasan de ellos al ver que no consiguen ni un sólo éxito de ventas pese a grabar con su idolatrado Carl Perkins el LP “Boppin’ The Blues”. No les iría mucho mejor el trato con su segunda discográfica: Kama Sutra, donde grabaron dos de sus mejores discos (Scraps y Workshop), pero les rescinden contrato y les impiden grabar durante tres años ante los pobres beneficios económicos que aportan a las arcas. El atisbo de luz parece llegar con el LP “All Hope Up” y un potencial éxito de ventas, “Ridin´ In My Car”, como nos cuenta Pepo, una joya del pop que no pasó de triunfar en cuatro tugurios de Connecticut y el camión de un señor llamado Red Barcklay.

El sexto álbum sería este Yankee Stadium, en el que se completa la formación clásica del New Rhythm and Blues Quartet con el guitarrista Al Anderson (con ellos desde Scraps) y con el baterista Tom Ardolino, un fan del grupo asiduo en sus conciertos y colega de Terry Adams mediante correspondencia, que fue llamado a los parches por éste al comprobar que el batería original no se había presentado al concierto. Tom dejó al público abajo y se subió a tocar con sus ídolos (alguno no notó su presencia hasta bien entrado el concierto), y tras más de veinte años sigue en el grupo, no lo debió de hacer mal. Este disco es de los más sólidos de su carrera, signifique lo que signifique eso. Todas las canciones son fabulosas, y como las voces críticas ya me han dicho que se me nota mucho cuando un grupo me gusta aviso que con este hay poca objetividad. Quedarse con alguna canción en concreto es casi imposible, en la primera parte se encuentra la arrolladora versión de “Get Rhythm” que apareció en el nada exitoso recopilatorio de garajeland, “Green Lights” que es como suena el pop cuando no está en manos de productores con muñones por dedos. Aunque si una canción me gusta de esta primera parte del disco es “That´s Neat, That´s Nice” ¿las razones? ¿Quién necesita razones cuando se desprende esos aires cerveceros de grupo que está improvisando en algún tugurio de Nueva Orleans? La segunda parte cuenta con “The Same Old Thing”, “Talk To Me” o la versión del “Shake, Rattle And Roll”. En definitiva cuatro músicos excelentes que dejan de lado el virtuosismo para ponerse de lado de la fabricación de grandes canciones, pasando por prácticamente todos los estilos de la música popular americana (al menos los que gustan en el departamento de garajeland). Que nadie se sorprenda si en un disco de NRBQ te encuentras una improvisación de jazz seguida de una abrasiva versión de Johnny Cash y precedida del pop más tierno de “I Love Her, She Loves Me”. En definitiva eso es NRBQ, algo que no entendió la gente de Mercury que no aguantó más que este disco con ellos (¿nadie se lo esperaba a estas alturas?), quizás porque les traía de cabeza encajar a la banda en algún estilo y venderlo (un problema que nunca han tenido los diseñadores de gafas de Elton John) viendo que corría el año setenta y ocho y estos cuatro tarados seguían idolatrando a grupos de los cincuenta y sesenta.

Cuando extremidades superiores pierden toda lógica con el tronco deja de ser un abrazo amistoso para ser uno de “¿pero por qué me odia este tío?” La cara de Steve Ferguson revela que no es él quien está sufriendo

Pese a que este último mes ha sido duro para el grupo, con la pérdida del primer guitarrista, Steve Ferguson, y la suplantación de identidad por parte de un plan de defensa nuclear de la Guardia Civil que precisamente se llama NRBQ, ellos siguen dando conciertos (raramente cerca de la península), totalmente impredecibles ya que su listado de temas es de unos treinta folios por las dos caras en Arial nueve y cursiva (en esta interesante entrevista dicen que más de quinientas) e incluso en muchos de estos bolos únicamente atienden a peticiones del público, sean del artista que sea, y si se la saben, suelen tocarla con estilo y saber estar. Muchos aficionados siguen descubriendo este grupo y compañeros de gremio les admiran: Scott McCaughey, Wilco, los Posies (en vertiente ancha y delgada), Bonnie Raitt (que ya tocó con ellos), REM, Mike Sculli (cuando fue director de los Simpsons aprovechó para colar canciones y una actuación del grupo en un bar de carretera), y algún que otro famoso como Elvis Costello, Carl Perkins, Bob Dylan, Keith Richards, Paul McCartney... , y todo lo extraordinario de esta historia es que lo han hecho sin un mísero éxito de ventas.


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